En la entrada de hoy vamos a hablar sobre dos patrones de comportamiento característicos de algunas personas y que a pesar de ser diferentes entre ellos, tienen algunos aspectos especiales, que vamos a analizar, y que los hacen muy parecidos entre sí.
Cuando hablamos del Síndrome del Impostor, nos referimos a un patrón de comportamiento, que se caracteriza por tener una percepción muy negativa de sí mismos. Ellos piensan que son una “estafa”, que sus habilidades son falsas, de mentira, que están engañando al resto de personas y que son sobreestimadas por parte de los demás. No tienen confianza en sus propias habilidades, a pesar de que hayan obtenido éxito en numerosas tareas o reciban elogios por la realización de estas. A pesar de que todo indica lo contrario, se subestiman y piensan que no tienen capacidades para realizar tareas de forma correcta. Estas personas se caracterizan por atribuir los éxitos a motivos externos (suerte, etc.) y el fracaso a motivos internos (incompetencia, etc.), lo cual les provoca un sentimiento de culpabilidad. El aspecto que más caracteriza a este comportamiento, y que comparte con el Pesimismo Defensivo, es el miedo al fracaso, lo que hace que estas personas trabajen mucho y se preparen para realizar actividades con éxito, y así evitar que las personas descubran su incompetencia, y sepan que realmente son unos farsantes.
Por otro lado, cuando hablamos del Pesimismo Defensivo, nos referimos a personas que tienen pocas expectativas de solventar con éxito un futuro trabajo o situación, ya que se centran en todos los posibles aspectos negativos y dificultades, factibles a aparecer y que pueden estropear el buen desempeño de la persona en dicha situación. En definitiva, se suelen poner en lo peor, y, como en el caso anterior, aunque tengan un buen historial de éxito en estas situaciones, siempre piensan que algo malo ocurrirá y no podrán cumplir sus objetivos.
En resumen, ambos patrones de comportamiento se caracterizan porque aparecen ante el miedo al fracaso, la ansiedad a fallar en determinadas situaciones. Pero en lugar de rendirse, les hace trabajar más para conseguir sus objetivos, aunque “no crean que puedan conseguirse” o solo sea para “camuflar sus deficiencias”.
Las características clínicas cuando estos rasgos están muy acentuados son: tristeza, ansiedad, baja autoestima, mayores niveles de insatisfacción, desesperanza e insomnio. Los niveles de perfeccionismo y autocrítica también son elevados.
La forma de actuar y ayudar a las personas que sufren este problema consistiría en términos generales, una vez explorado cada caso concreto, en ayudarle tratar las creencias disfuncionales (visión negativa de sí mismo, de los demás y del mundo), pensamientos negativos que pueden surgir (catastrofismo, polarización etc.) y ofrecerles alternativas de pensamiento, emocionales y conductuales que permitan una relación más ecológica y menos exigente y asfixiante con sigo mismo y con el mundo que le rodea.
Jesús Santos Gómez
Psicólogo colaborador Psicohuma