Enmarcada en nuestro contexto social actual, la violencia filio-parental surge como un fenómeno emergente y de rápida extensión. Cada año aumenta el número de denuncias de padres hacia sus hijos debido a la violencia ejercida por estos últimos en el ámbito familiar.
No existe una definición empírica clara sobre violencia filio-parental. La definición más aceptada por la literatura científica es la realizada por Cottrell (2001). Cottrell (2001) define la violencia filio-parental como cualquier acto de los hijos que provoque miedo en los padres para obtener poder y control y que tenga como objetivo causar daño físico, psicológico o financiero a éstos. En nuestro medio, un reciente trabajo de Pereira (2006) define la violencia filio-parental como «las conductas reiteradas de violencia física (agresiones, golpes, empujones, arrojar objetos), verbal (insultos repetidos, amenazas) o no verbal (gestos amenazadores, ruptura de objetos apreciados) dirigida a los padres o a los adultos que ocupan su lugar.
¿Cuál es la causa de la violencia filio-parental?
Desde una perspectiva psicológica, las investigaciones actuales entienden que existe una interacción entre características disposicionales de la persona que ejerce la violencia y variables contextuales y relacionales.
Respecto a las características psicológicas de los menores que ejercen este tipo de violencia, los autores plantean que aunque no se puede realizar un perfil psicológico concreto, si existen una serie de peculiaridades psicológicas que correlacionan con dicho fenómeno: dificultad para el control de impulsos, inadecuada regulación afectiva, tozudez, sintomatología depresiva, baja autoestima, baja confianza en sí mismos, sujetos excesivamente demandantes de su entorno o con ciertas dificultades relacionales con sus padres de iguales.
Por otro lado, dada la importancia de los factores psicosociales asociados a este fenómeno, se han investigado diferentes características susceptiblemente asociadas a la violencia filio-parental. Entre los distintos factores destacables están los que siguen:
- Cambio de un modelo familiar y social jerárquico a uno “democrático” mal entendido, en el sentido de que “la democracia” se asocia con ausencia de autoridad.
- Disminución en el número de hijos, lo que favorece un exceso de cuidados y atención hacia los hijos, los cuales son considerados “los reyes de la casa”.
- Retraso en el ciclo vital familiar, los padres son cada vez más mayores y cuentan con menos energía para mantener la disciplina en el hogar.
- Aumenta la permisividad hacia las conductas de los hijos, estableciendo límites excesivamente laxos y poco consistentes.
- La evolución de la sociedad hacia un modelo educativo basado más en la recompensa que en la sanción.
- Estilos educativos muy autoritarios o, en su contrario, totalmente permisivos dentro del núcleo familiar.
- Desacuerdos entre los padres a la hora de implantar normas y hacer que se cumplan.
- Drogodependencia, psicosis u otras enfermedades mentales.
- Experiencias previas de malos tratos en la familia…
¿Qué podemos hacer para prevenir un problema de violencia filio parental?
Teniendo en cuenta todo lo anterior, y la diversidad de factores implicados en el fenómeno es difícil establecer unas pautas generales que sean efectivas para cada familia y niño/adolescente determinado, dadas las peculiaridades de cada caso concreto. Aún así, hay algunos aspectos a tener en cuenta en el área de la prevención:
- La violencia es un comportamiento aprendido que se transmite de generación en generación. Como padres, es importante evitar que los niños aprendan en lo posible que la violencia es un modo eficaz de “resolver” conflictos.
- Tanto las familias autoritarias como aquellas muy permisivas conforman estilos educativos perjudiciales. El estilo democrático –aquel en el que los conflictos se negocian, hay diálogo y comunicación entre los miembros de la familia– ha mostrado ser el más conveniente para un buen desarrollo en los niños. Esto no es incompatible con que los padres tomen decisiones y ejerzan la autoridad ante determinadas circunstancias, siendo además deseable para transmitir seguridad, estructura y guía a los hijos.
- En las familias donde existen episodios de VFP, es frecuente la dificultad en los padres de establecer normas y conseguir que éstas se cumplan. Existen muchas situaciones que la favorecen como los desacuerdos, el distanciamiento o las descalificaciones entre los progenitores, la creencia de que ya “no se puede hacer nada” porque los hijos desobedecerán hagan lo que hagan. la idea de que la labor educativa corresponde más al colegio que a la familia, los miedos de “traumatizar” Al hijo si se le exige, etc. El hecho de que la familia pueda mantener normas claras y coherentes constituye un aspecto preventivo primordial.
- Una de las variables de personalidad de los niños y jóvenes agresores más comúnmente observada es la baja tolerancia a la frustración, producto principalmente del aprendizaje. Entonces, tan importante es dar apoyo y contención a los niños para que se sientan seguros como enseñarles a aceptar las negativas en determinadas ocasiones.
- Por último, la violencia filio-parental no se presenta de repente, sino que es un proceso que se conforma en años. Es por ello, que es importante consultar a un profesional especializado cuando se detecten las primeras dificultades para ejercer la autoridad en el hogar y establecer límites a los hijos que sean aceptados adecuadamente.