Las rabietas forman parte de la vida cotidiana de algunos niños, ocurriendo con menos frecuencia en otros.
Seguro que en algún momento has vivido este tipo de situación; que tu hij@ reaccione pataleando y llorando porque las cosas no son como le gustaría y entonces es cuando se pierden los nervios.
A continuación explicamos porqué se da esta circunstancia y como se debe actuar si ocurre.

¿Cuáles son las causas?

Las rabietas pueden ser debidas a diversas causas; una de las más importantes es el aumento de autonomía durante el primer y segundo año de vida del niño que provoca que quieran comenzar a hacer cosas por sí mismos. Por otra parte, su desarrollo cognitivo le permite atender a sus deseos inmediatos y a solicitar a los adultos lo que quieren y rebelarse ante lo que no quieren hacer: “quiero / no quiero hacer tal cosa”, “no me ha salido bien”.
Por último, una de otras importantes causas de las rabietas en los niñ@s es un estado general de malestar, por cansancio, o hambre, que no saben reconocer adecuadamente y tampoco  saben cómo transmitirlo.

Estas rabietas son absolutamente normales, incluso saludables, puesto que de esta manera los niñ@s aprenden a gestionar sus emociones. Este periodo suele durar desde los dos años aproximadamente hasta los 4 ó 7 años dependiendo de cómo se haya gestionado en cada caso y del temperamento del niñ@.

¿Cómo hay que gestionar las rabietas?

Primero os planteamos lo que nunca hay que hacer. Nunca se debe entrar en un pulso con el niño, esto conlleva a que todas las partes pasen un mal rato y se alargue más tiempo del necesario. No es necesario amenazarle, repetirle constantemente que lo está haciendo mal, indicarle que es malo o que es inadecuado, gritarle, sermonearle y desde luego no hay que agredirle.

Entonces…  ¿qué hay que hacer? El primer paso es normalizar la situación, mantener una actitud tranquila y de templanza que permita a nuestro hij@ sostenerse emocionalmente. Es importarte en ocasiones contenerle físicamente para evitar que se hagan daño o hagan daño a los demás durante el periodo de la rabieta en el que puede haber cierta parte de control físico por parte del niñ@. Se le deberá hablar con un lenguaje adecuado para su edad manteniendo la calma en todo momento. Una vez pasada la rabieta es el momento para hablar sobre lo que ha ocurrido, ambos estaréis más tranquilos y más receptivos y el dialogo será más gratificante y enriquecedor.

Lo mejor es poder prevenir la rabieta, aunque en ocasiones no es posible. Siempre hay que tener claros los límites, cerciorarnos que nuestro hij@ los tiene claros y los entiende, evitar los mensajes confusos  e incoherentes sobre lo permitido y lo no permitido.

¿Qué hacer si nuestro hijo coge una rabieta en público? La respuesta es fácil. Actuar de la misma manera que lo harías en casa. En ocasiones, debido a la aprehensión a la evaluación sobre nuestro comportamiento como padres, nos sentimos inseguros e incluso actuamos artificialmente o de forma distinta a nuestro criterio por temor al juicio de otros (les gritamos, cedemos a sus caprichos para que no molesten, los comparamos con otros niñ@s que estén cerca…). Es importante no caer en estos errores y siempre priorizar lo que le viene bien a nuestro hij@ y lo que necesita.

Las rabietas infantiles
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