En la actualidad, existen estudios que indican que, en España, la prevalencia de los trastornos alimentarios en general, oscila entre el 4.1 % y el 6.41 %, siendo la prevalencia, en el caso de los trastornos más comunes, en la Anorexia Nerviosa del 0.14% al 0.9%, y en la Bulimia del 0.41% al 2.9%. Los datos reflejan que aproximadamente 1 de cada 200 jóvenes de entre 12 y 14 años sufre un Trastorno de Conducta Alimentaria. Las chicas jóvenes siguen siendo la población más afectada, aunque los varones, las mujeres maduras y los menores de 12 años, se están haciendo cada vez más notables en el padecimiento de este tipo de trastornos. Por este motivo, en este blog expondremos, la forma más eficaz de tratar y hacer frente a estos trastornos, bajo la visión que compartimos los profesionales que trabajamos en Psicohuma.
Los Trastornos de Conducta Alimentaria aparecen cuando el control del peso y de la ingesta se convierte en el medio para obtener la seguridad emocional y relacional que la persona ansía. Las dificultades más frecuentes que llevan a los pacientes a volcar el malestar en el cuerpo, suelen ser: sentimiento de incapacidad, dificultad de control de sus emociones, inseguridad, tendencia a evitar retos u obstáculos que la vida le plantea…. Los pacientes comen (o no) no sólo porque tengan o no hambre, sino porque es la manera en que tratan de solucionar, temporalmente, el malestar, ansiedad, vacío y sentimiento de incapacidad que les envuelven. Así, este problema no se debe a falta de voluntad, como muchas familias e incluso pacientes creen, sino a dificultades emocionales para resolver adecuadamente los problemas que le sobrevienen. Además, cuando las pautas alimentarias se alteran, provocan, a su vez, un aumento del malestar emocional y relacional que a su vez, interfieren en la mejoría de la persona.
Estos trastornos tienen una alta tasa de cronicidad. Esto puede deberse tanto a la gravedad del paciente, como a la experiencia y formación del profesional y la forma en que se realiza la psicoterapia. Los tratamientos psicológicos que tienden a la cronificación, son tratamientos en los que, por lo general, se prima sobre todo y ante todo, independientemente del estado nutricional de la/él paciente (y asumiendo el terapeuta un rol de tutelaje más que de profesional de la psicología), el CONTROL de la comida, del ejercicio físico y de la vida general de la paciente, fomentando la vigilancia familiar y social etc., rompe cualquier intento de autonomía de la/él paciente, y en cualquier ámbito, y en la mayoría de los casos se las saca de su contexto social natural. En definitiva, se le trata como enferma sobre la que hay que realizar un tutelaje acérrimo, dificultando enormemente un abordaje centrado en la persona, que prime potenciar el desarrollo personal y trabajar los aspectos emocionales subyacentes al trastorno. Esta forma de abordaje puede producir cambios superficiales, debido a que son impuestos y sin significado personal para él/la paciente. Suelen caracterizarse por la inestabilidad en el tiempo, y además hacen a la/él paciente vulnerable a recaídas ante las próximas dificultades que sobrevengan y, una de las repercusiones más importantes, es la adquisición de una actitud dependiente ante aquellas personas que la/lo han despojado de todo lo que tiene que ver con ellas/os mismas/os (sano e insano, eso da lo mismo).
Un tratamiento exitoso que permita a los pacientes una recuperación estable de sus dificultades alimentarias, corporales y emocionales, es aquel que aboga por preservar su dignidad, normalizando su alimentación con el objetivo último de incrementar su propio conocimiento sobre las dificultades psicológicas que subyacen a los desórdenes alimenticios. Entender esta patología exclusivamente desde los comportamientos patológicos (alteraciones en la alimentación, aspectos purgativos e incluso disfunciones perceptivas) supone una simplificación excesiva del problema, dejando de lado las complejas dificultades psíquicas, en el sentido más amplio de la palabra) que son la base de estas conductas. Además, dado que los trastornos de la conducta alimentaria aparecen generalmente en la adolescencia, los desafíos en el desarrollo en esta etapa (cambios en el cuerpo, inicio de la madurez sexual, conciencia de identidad personal, aumento de la autonomía y de la influencia de los iguales como referentes de su valor personal…) han de ser aspectos esenciales a abordar en el tratamiento psicológico.
Debido a la complejidad de la patología, estos trastornos requieren de un tratamiento integral, esto es, que implique intervenciones psicológicas como eje central del proceso, y en el que se incluya de forma más o menos intensiva, los cuidados médicos, nutricionales atendiendo a la gravedad de cada paciente. En cuanto a la intervención psicológica, la comprensión adecuada de estos desórdenes implica considerar el trastorno alimentario como el resultado de problemas psicológicos, emocionales y relacionales profundos, volcados en el cuerpo. No asumir esta concepción de tratamiento, bloquea completamente cualquier posibilidad de recuperación eficaz y duradera.
Paloma Martín Guerrero.
Psicóloga colaboradora centro Psicohuma.
Bibliografía:
Matas Vázquez, R. (2003). Anorexia: el lenguaje del desafío. “¿Qué dice la anorexia?”. En F.J. Tinahones. (Ed). Anorexia y Bulimia. Una experiencia clínica. (27-34). Madrid, España: Díaz de Santos.
Calvo Sagardoy, R. (2018). Trastornos de la Conducta Alimentaria. FOCAD.
Imagen: Laliblue
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